sábado, 11 de junio de 2011

LA SOMBRA DEL DESEO CAPITULO 3

  CAPÍTULO 3:

LA ESCAPADA.

En la habitación había un silencio sepulcral. Rhino estaba leyendo una revista de videojuegos mientras yo lo miraba aburrido. No sabía cómo romper aquel silencio. Me levanté y me asomé por la ventana. Me quedé maravillado por el paisaje que había ante mí. El mar cristalino de la playa era lo que más me emocionaba. Nunca había visto el mar tan de cerca.

-Eh…estoo ¿Rhino? – El muchacho me miró por unos instantes para, después, volver a mirar la revista.

-          ¿Qué quieres?

-          -Me gustaría ir a la playa, ¿podría hacerlo? – Me acerqué un poco a él.

-          No – ni se lo pensó. Creí que sería diferente de Kei, pero me equivoqué.

-          Por favor. Te prometo que no me escaparé – Me agaché para que me mirara, y lo conseguí.

-          No, lo siento, Aoi-chan. Kei-chan me matará si te dejo salir.
-          Rhino, porfaaaa – me arrodillé ante él.

-          No, no hagas eso. Buenoo, supongo que no se dará cuenta si salimos por la puerta de atrás- Yo sonreí y lo abracé con fuerza.

-          Gracias, muchas gracias.


Ya en la playa, me acerqué al agua y empecé a tocarla; mientras Rhino me miraba asombrado por mi comportamiento.

-Aoi-chan, ¿nunca has estado en una playa? – Paré de rozar mis dedos con el agua y le miré.

-No, Rhino-san. Nunca he ido a una playa – Volví a mirar el agua. El viento daba en mi cara. Era una sensación tan agradable. Proseguí:- Mi madre siempre me ha tenido aislado del mundo; supongo que era porque se preocupa mucho por mí y que tenía miedo de perderme. Como perdió a mi padre.

-Eso no es excusa. Te tenía atrapado, como si fueras un delincuente y tu casa era una cárcel.

-Puede que tengas razón, pero…

-Ahora lo entiendo. Entonces, ayer, cuando Kei-chan te encontró fue porque tú te escapaste de tu casa – Posó su mano sobre mi hombro.

-Sí, pero no tenía que haberlo hecho. Fue un grave error. Kei…Kei me trata como si fuera su mascota. Le odio. No lo soporto – Metí la cabeza entre mis piernas para que Rhino.san no me viera llorar.

-Aoi-chan, puede que Kei-chan sea un bruto que no sabe controlarse cuando está enfadado pero él también tiene sentimientos y te aseguro que no es una mala persona cuando se le conoce. Eso te lo puedo asegurar – Eso era verdad. Aquel abrazo era la prueba. Nadie me había abrazado así en toda mi vida. Levanté la cabeza y Rhino-san me secó las lágrimas con sus manos. Yo le sonreí.

-Ufff. Hace frío – dije.

-Pues sí. Venga, volvamos – Nos levantamos y al darnos la vuelta para volver en dirección a la casa…

-¿Os divertís? – Kei estaba delante de nosotros y parecía muy enfadado.

-Kei-chan…Aoi-san quería…

-Kei, ha sido culpa mía.- Interrumpí el intento de disculpa de Rhino -  Él no tiene nada que ver en esto – Me acerqué a él. – Yo quería ver el mar y…bueno… - Comencé a dudar. Tenía miedo.

-A mi no me vengas con excusas. Vosotros dos vais a ser castigados por desobedecerme – Me agarró del brazo y nos encaminó hacia la casa. Entramos a ella.

-No quiero que nos molesten – le dijo a unos hombres de negro que había en el salón. Subimos las escaleras y andamos por los pasillos hasta llegar a la habitación.

-¡Suéltame! Me haces daño – Intenté quitármelo pero no podía, parecía un calamar a punto de comerse a su presa.

-No vuelvas a salir de esta casa sin mi permiso.¿Entendiste? – Me miraba directamente a los ojos.

-Sí, pero suéltame – Me soltó tan bruscamente que me caí al suelo. Kei, sin embargo, se quitó su chaqueta negra, la colocó en una percha y se sentó en un sillón que estaba situado cerca de la cama.

-¿Vas a hacerle algo malo a Rhino-san? – Le pregunté tímidamente. Todavía estaba tirado en el suelo.

-Te preocupas mucho por él, ¿no? Acaso, ¿te gusta ese idiota? – Kei me miraba. Tenía mucho miedo y más al recordar lo que Rhino me dijo en la playa “cuando está enfadado no se puede controlar”; y, ahora mismo, lo estaba.

-Y, ¿qué pasaría si me gustara? – Él se levantó de su asiento rápidamente y se acercó a mí con lentitud. Yo, por el contrario, me alejaba como podía hacia atrás. Parecía a punto de estallar. Según alejándome hasta que choqué contra la pared. Cuando Kei llegó a mí, se agachó y posó sus manos en la pared, a cada extremo de donde yo estaba para que no pudiera escapar.

-Haría que lo olvidaras – Dicho esto, empezó a besare el cuello. Mi corazón se me iba a salir.

-Pa… ¡Para! – Le empujé hacia atrás y, sin querer, le arañé la cara. Lo miré asustado. Los ojos se me llenaron de lágrimas. Ese era mi fin. Me iba a matar.

-Vaya, gatita, eres muy valiente – Se pasó la mano por el arañazo para quitarse la sangre – o muy tonto – Me cogió del pelo y me tiró bruscamente a la cama. Se sentó encima de mí, levantó mi camiseta y empezó a rozarme el torso con su lengua. Las lágrimas brotaron enseguida de mis ojos.

Me besaba por todos lados. Intentaba luchar para quitármelo de encima pero era muy fuerte para mí. Comenzó a desnudarme. No podía creerlo. Kei me iba a violar.



















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