sábado, 20 de agosto de 2011

LA SOMBRA DEL DESEO CAPITULO 8

CAPÍTULO 8:

LA VERDAD

“¿Qué es este olor?” no se lo que ha pasado, me pesan tanto los ojos ¿Porqué será? ¿Y kei? ¿Dónde se ha metido? Abro los ojos lentamente y me encuentro en una sala llena de gente que no conozco, estoy atado a una silla, pero ¿Qué ha pasado? Estábamos dando un paseo tranquilamente por la playa y ahora me encuentro aquí atado, me aprisionaba los sesos para recordar lo sucedido pero no daba resultado. Además aún me encontraba aturdido, como si me hubieran drogado con algo.

-Vaya, ya te has despertado, lindo- un hombre alto de cabello negro me habla ¿quién será? Se acerca a mí y me levanta la cara por la barbilla – Te pareces tanto a mi amor, si no fuera por esos ojos serías su replica- ¿De quién habla? ¿Mi… mi padre?, no, es imposible que sea conocido de mi padre, yo lo conocería ¿no? – ¿Todavía estás aturdido? Mejor para ti, créeme.- Se acerca a mi cara, ¿qué va a hacer? ¿Me va… me va a besar? No, no quiero que nadie menos Kei me bese. No

- ¡No te atrevas mal nacido! – Es su voz, es de Kei, el hombre que tengo ante mi se aparta por un momento y consigo verle, está… está mal herido, no puede ser, está lleno de heridas, está sostenido por dos cadenas. Le golpean nuevamente, quiero gritar pero no puedo, no tengo fuerzas para ello, por lo que mis lágrimas salen de mis ojos.

-Vamos Kei, no seas así, tienes que aprender a compartir las cosas ¿no crees?, y ves ya le has hecho llorar, no puede ser- me limpió las lágrimas con sus dedos, me pareció asqueroso que me tocara, ¿qué quería de nosotros?, o mejor dicho ¿qué quería de mí? Después de limpiarme las lágrimas me besó cogiéndome fuertemente por el pelo, me daba nauseas, y Kei estaba mirando, no podía dejarle. Le mordí fuertemente cuando tuve oportunidad, y se retiró satisfactoriamente para mí -Joder- podía sentir el sabor a sangre en mi boca, pero para contrariedad mía me dio dos bofetadas, a mí me daba igual, ya estaba acostumbrado pero Kei comenzó a gritarle miles de palabrotas, y yo no podía dejar que lo golpearan nuevamente, no lo iba a permitir.

-Kei… no pasa…nada, estoy bi…en- no podía hacer ninguna frase coherente en el estado en el que me encontraba.

-Eso dilo ahora, lindo pero después de que acabe contigo no dirás lo mismo- me volvió a agarrar fuertemente del pelo. – Ni tu querido Kei podrá hacer nada- me sonrió fríamente y me lamió la boca, para después soltar mi pelo salvajemente.- Dejemos a los tortolitos un momento a solas, para que se despidan- Todos salieron en unos minutos, que me parecieron eternos. Y cuando salieron comencé a hablar:

-Kei… ¿estás… bien?- me sangraba un poco el labio por las los cachetadas de antes pero no me importaba, me preocupaba mucho más el estado en el que se encontraba Kei.

-No te preocupes por mí, Aoi… total sólo he sido para ti el secuestrador pervertido ¿no?- pero que estaba diciendo, yo no pensaba eso, para nada.

-¡No! No pongas palabras… en mi boca que yo no he dicho- ese era el mejor momento para decirle todo lo que sentía, no quedaba mucho más tiempo, y ¿si ese era el último momento de estar juntos? – Puede que pensara eso en un principio… pero ahora…ahora yo no…-

-Aoi, déjalo… yo-

-¡No me interrumpas! Déjame decírtelo de una vez ¿vale?- Kei se sorprendió mucho de cómo reaccioné ante aquella interrupción – Kei, yo no se si nos conocimos antes o no, desde que te conocí todo me ha parecido raramente familiar, pero no lo recuerdo, y eso me molesta. Yo… lo único que se es que te…te quiero Kei, te quiero mucho.- miraba hacía el suelo muy avergonzado. Al ver el silencio de la sala volví a mirar hacia Kei, el cual me miraba sonrojado y sorprendido.

- Aoi… yo… dios no me lo puedo creer- Kei dejó de estar sonrojado pero parecía bastante nervioso aunque no se le notara mucho – Aoi, de pequeños jugábamos en el jardín de tu casa, mi padre es tu padrino, y era un gran amigo de tu padre.- yo le escuchaba atentamente – Yo tenía más o menos 12 años cuando mi padre nos llevaba para jugar contigo. Desde ese mismo momento tu no te separabas de mí, parecías un patito siguiendo a su madre, te veías tan adorable. Yo sin quererlo me enamoré de ti, no pude evitarlo, siempre deseaba que mi padre tuviera un momento libre para estar contigo. El día del funeral de tu padre fue el último día que te vi. Verte así, destrozado, como un muñeco sin vida me dolió. Después de ese día tu madre impidió nuestra entrada en tu casa y jamás volví a verte.- hizo una breve pausa – Hasta ese día, en el que te vi en esa esquina, me dolió tanto el pecho, no me lo podía creer, por mis adentros deseaba abrazarte decirte quien era, pero tuve miedo, pensé, ¿y si no me recuerda? Ha pasado tanto tiempo. Pero tampoco quería que te marcharas así que fingí un secuestro, total yo soy lo que soy, un asesino-

-No eso no es…- no sabía cuando pero las lágrimas comenzaron a brotar nuevamente por mis ojos.

-Aoi, no niegues la verdad, pertenezco a una familia de asesinos, pero no te preocupes que yo no me avergüenzo de lo que soy, esto es lo que me mantiene con vida, y gracias a esto te he vuelto a recuperar- Kei me sonrió con una sonrisa tan cálida que me estremeció. – Aoi… yo – La puerta se abrió nuevamente.

- Se acabó el tiempo parejita- era ese hombre de nuevo. Unos hombres me levantaron, estaba tan asustado, no quería separarme de él, quería estar con Kei. – Sobrinito espero que no te moleste pero quiero disfrutar con él un rato-

-¡Maldito cerdo! Como te atrevas a tocarlo te matar… - le volvieron a golpear brutalmente.

- ¡Kei no! ¡Soltadme, asquerosos!- comencé a pegar patadas, y ha forcejear con quien me pusiera la mano encima. -¡He dicho que me soltéis desgraciados…! ¡AAh!- sentí un pinchazo en el hombro, ese hombre se había acercado sin que me diera cuenta y me pinchó algo.

-¡Aoi! ¿Qué le has dado, maldito?- comenzaba a verlo todo borroso.

- Sólo quiero facilitarme un poco las cosas, me extraña mucho que tú no lo hayas hecho, estas drogas hacen que todo sea mucho más fácil- ¿Qué me había dado? Me sentía mucho más diferente, mi cuerpo se estaba poniendo muy caliente en pocos minutos, no podía estar de pie. El hombre me cogió sobre sus hombros, y miré a Kei antes de que cerraran la puerta.   


No hay comentarios:

Publicar un comentario